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1.1.23

Fiesta de María Santísima, Madre de Dios (1º de Enero)

 


La invocación de Nuestra Señora, Madre de Dios, remonta a los primeros tiempos del Cristianismo, habiendo tenido especial difusión cuando surgió la herejía de Nestoreo, Patriarca de Constantinopla, quien negaba la maternidad divina de María Santísima.

El Concilio de Éfeso (antigua ciudad de la actual Turquía) condenó tal herejía en el año 431 e incentivó y difundió aquella invocación mariana.

El título Teotokos (Madre de Dios, en griego) había penetrado tan profundamente en el espíritu y en el corazón de los fieles, que se armó un gran escándalo el día en que, ante Nestoreo, Obispo de Constantinopla, un sacerdote, portavoz suyo, tuvo la osadía de pretender que María no era la Madre sino de un hombre, porque era imposible que Dios naciese de una Mujer.

En ese entonces San Cirilo era Obispo de Alejandría. Suscitado por Dios para defender la honra de la Madre de Su Hijo, muy pronto manifestó públicamente su extrañeza: "Estoy admirado que haya hombres que pongan en duda que la Santísima Virgen pueda ser llamada Madre de Dios. Si Nuestro Señor es Dios, ¿cómo podrá ser que Maria, quien Lo dio al mundo, no sea Madre de Dios? Esta es la Fé que nos transmitieron los discípulos, aunque ellos no utilizaron tal expresión; es también la doctrina que nos enseñaron los Santos Padres".

Nestoreo no admitió ratificación alguna de sus ideas. El Emperador convocó entonces un Concilio que inauguró sus sesiones en Éfeso, el 22 de Junio de 431; lo presidió San Cirilo como Legado del Papa Celestino. Se congregaron 200 obispos; proclamaron que "la persona de Cristo es una y divina, y que la Santísima Virgen tiene que ser reconocida y venerada por todos como realmente Madre de Dios".

Según narra la Tradición, los Padres del Concilio, para perpetua memoria, hicieron un agregado al Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Oración que, desde entonces, millones de almas recitan todos los días para reconocer en María la Gloria de ser Madre de Dios que un hereje le quiso arrebatar.

En 1931, al conmemorarse el decimoquinto centenario de ese Concilio, Pío XI juzgó "útil y grato a los fieles meditar y reflexionar sobre un dogma tan importante" como el de la maternidad divina. Para que permaneciese un perpetuo testimonio de su devoción mariana, aquel Pontífice escribió la encíclica Lux Veritatis, restauró la basílica de Santa María Maggiore en Roma, y, además, instituyó una fiesta litúrgica que "contribuiría para el aumento de la devoción a la Soberana Madre de Dios entre el clero y los fieles, y que presentaría a la Santísima Virgen y a la Familia de Nazaret como modelo para las familias".


(Dom Prosper Guéranger, El Año Litúrgico, tomo V, El Tiempo después de Pentecostés, segunda parte, Editorial Aldecoa, Burgos, 1954, pp. 589-591).


✒ Fuente; Cruzada Reparadora del Santo Rosario | Fiesta de María Santísima, Madre de Dios (archive.org)

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